Continuando con nuestras reflexiones, les sigo compartiendo pensamientos teológicos iluminadores para nuestra era que nos propone un sinfin de alternativas religiosas o espiritualidades que sin embargo, debemos saber discernir si queremos caminar dentro del espíritu de la Iglesia.
Dios está presente en todas las realidades que constituyen la creación: las del orden natural, las del orden intelectual, las del orden espiritual y las del orden religioso. Nada ni nadie agota a Dios, tampoco las religiones. El está más allá de ellas, porque es trascendente a todo. Pero es inmanente en la medida en que la religión es la ejercitación mediante la cual el hombre se relativiza a sí mismo y reconoce en Dios su centro en el cual él encuentra su ser, su sentido y su futuro. En este aspecto las religiones son necesarias para la verdad del hombre y Dios no puede ser transreligioso, como si se le pudiera encontrar sin relación, sin religación, sin religión. Ello equivaldría a decir que se le puede encontrar sin instaurar una relación personal con El, como se encuentra un objeto, se llega a una idea, o se tiene un proyecto. El hombre es relación y es religioso cuando se reconoce y realiza su relación absoluta con el Absoluto. En ella llega a sí mismo porque su "ser sí mismo" más propio está en Dios.
Dios no comienza con el cristianismo, ni Jesucristo sustituye, desplaza o hace innecesario a Dios. El cristianismo es religión de revelación y encarnación. En este sentido el cristianismo no pretende acaparar la religión ni la revelación de Dios en el mundo. Dios está más allá del cristianismo. Ahora bien, nuestra confesión cristiana es que ese Dios universal, creador, omnipresente, en quien existimos, nos movemos y somos, se ha manifestado por los profetas y en los últmos días se nos ha dado en su Hijo que es resplandor de su esencia e imagen de su sustancia. El es el Hijo eterno, encarnado para revelarnos a Dios y alumbrar-redimir-santificar al hombre. En este sentido es la suprema, definitiva e intrascendible Palabra de Dios al mundo, desde la cual hay que entender ya todas las demás posibles palabras suyas; sin anularlas ni reducirlas pero sí situarlas y discernirlas para su integración o rechazo. Dios es cristiano en la medida en que Jesucristo es aquél que está con Dios y en quien Dios está.
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