Cuando uno mira a Jesús crucificado y comienza a abrir el corazón, puede detenerse a pensar que Jesús murió por nuestros pecados y que de alguna manera uno también lo ha matado con sus pecados. Pero de este modo la contemplación de Jesús puede llenarnos de culpa y de tristeza, y hasta podemos llegar a llorar por nuestra miseria. Pero eso sería colocarnos nosotros en el centro, o colocar nuestros pecados en el centro. En realidad cuando contemplamos a Jesús crucificado, el centro debería ser El, su amor, su entrega generosa. Esa contemplación despierta cariño, gratitud, adoración, nos ayuda a sentirnos amados y nos alienta a ser mejores. Pero una oración que sólo alimenta la culpa y la tristeza no nos moviliza a nada bueno y nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos.
Es bello dedicar un momento a contemplar a Jesús crucificado, símplemente para recordar cuánto nos amó, para admirarlo, para agradecerle tanto amor, pero sin olvidar que ahora está vivo y feliz, pues ha triunfado sobre la muerte. ¡¡¡
Si lloramos, que sea de felicidad!!!¡Gracias Victor Manuel Fernández, Tucho querido!
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