El Padre René Voillaume(1),
define la vida contemplativa como “un
conocimiento experimental y sobrenatural de Dios, percibido por connaturalidad
de amor; bajo el influjo de los dones del Espíritu Santo” (R.
VOILLAUME, Lettres aux Fraternités I, Cerf, Paris 1960, 178). Así, la
contemplación sobrenatural, en sí misma, está fuera del alcance directo de la
persona y responde a una gracia que
sólo Dios puede otorgar. Pero existe, no obstante, todo un conjunto de
actos necesarios que nos preparan y encaminan hacia ella, si bien es necesario
aclarar que la donación de esta gracia, jamás estará exigida por preparación alguna, ésta suele ser, sin
embargo, su prolongación, y la continuación normal, aunque misteriosamente
gratuita, de nuestro encaminamiento hacia Dios. Lo cierto es que, con
frecuencia, muchas personas quedan privadas de la gracia de la contemplación,
al carecer de la debida preparación para acoger este don.
La gracia de la contemplación presupone la disposición
última de la persona a “abandonar
todo aquello que no es de Dios”. Lo cual supone un desasimiento profundo de todo lo creado y, particularmente, de sí
mismo. No significa esto que tal muerte esté totalmente en nuestro
poder, porque las mismas gracias de contemplación habrán de consumarla en
nosotros, al hacer penetrar el fuego acrisolador del amor en aquellas
profundidades del alma en las que nada podemos hacer por nosotros mismos. Con
todo, ese desasimiento radical, aun cuando no podamos realizarlo de un modo
imperfecto, debe ser, al menos, intencionalmente querido y deseado, en la
esperanza de que sea consumado por la acción de Dios en nuestras personas
(Ibid., 180).
Pero esta muerte por la que la persona va alcanzando la debida disposición, no tiene que entenderse en un sentido negativo sino que el movimiento de desprendimiento vendrá como fruto de nuestra adhesión a Dios por el amor. Esto implica que la contemplación cristiana es todo lo contrario de un asunto de técnica. La espiritualidad natural, como la de la India, por ejemplo, tiene técnicas bien determinadas. Y como bien dice el matrimonio Maritain (ver nota al pie), este aparato de técnicas es lo primero que impresiona a quien comienza a estudiar la mística comparada. Pues bien, una de las diferencias más obvias entre la mística cristiana y las otras místicas es su prescindencia o libertad en lo que respecta a la técnica y a todas las recetas y fórmulas. (J. y R. MARITAIN, Liturgie et contemplation, Brujas 1959, 64-65). (2)
Pero esta muerte por la que la persona va alcanzando la debida disposición, no tiene que entenderse en un sentido negativo sino que el movimiento de desprendimiento vendrá como fruto de nuestra adhesión a Dios por el amor. Esto implica que la contemplación cristiana es todo lo contrario de un asunto de técnica. La espiritualidad natural, como la de la India, por ejemplo, tiene técnicas bien determinadas. Y como bien dice el matrimonio Maritain (ver nota al pie), este aparato de técnicas es lo primero que impresiona a quien comienza a estudiar la mística comparada. Pues bien, una de las diferencias más obvias entre la mística cristiana y las otras místicas es su prescindencia o libertad en lo que respecta a la técnica y a todas las recetas y fórmulas. (J. y R. MARITAIN, Liturgie et contemplation, Brujas 1959, 64-65). (2)
La meditación, la adoración, el retiro, el silencio son
instrumentos al servicio del amor, y conservarán toda su eficacia sólo en la medida en que conduzcan al
desarrollo de la caridad. Pues es precisamente en tanto y en cuanto
estos instrumentos estén en relación a la caridad, que podrán disponer a la contemplación. Esto
explica que cuando falta la generosidad en las personas, estas prácticas puedan
ser ineficaces. Repetimos: cuando
falta la generosidad, las observancias, que deberían favorecer el desapego del
corazón para su dilatación en el amor, pueden pasar a ser el refugio de una
actitud mezquina para con Dios y para con el prójimo. (R. VOILLAUME, Au
cœur des masses, Cerf, París, 1950, 183-186).
Yo agrego: “en otras palabras, no estaré buscando a Dios,
sino a mí mismo con lo cual erróneamente estaría transitando el camino
equivocado del narcisismo espiritual.
Pidamos con fe al Señor, el don de discernir a la luz del
Espíritu Santo, todos estos acontecimientos de nuestra alma. ¡No temamos! El
siempre responde con amor y delicadeza nuestros requerimientos en pos del
crecimiento en la fe, que pasará esencialmente, por el perfeccionamiento en las
virtudes y el abandono de los vicios (pecados).
NOTAS: (1) Una breve
introducción sobre la persona que escribe este texto. Se trata del Padre René
Voillaume.
(17 de Julio de 1905 – 13 de Mayo de 2003)
El día 13 de mayo de 2003 falleció el P. René Voillaume, muy cerca de los 98 años de edad. La vida de Rene Voillaume ha entrado en la historia de la espiritualidad cristiana y religiosa por haber sido el fundador de los Hermanitos de Jesús, de los Hermanitos y Hermanitas del Evangelio, el impulsor de varias asociaciones y movimientos sacerdotales y de laicos, a partir de los escritos e intuiciones de Carlos de Foucauld.
(17 de Julio de 1905 – 13 de Mayo de 2003)
El día 13 de mayo de 2003 falleció el P. René Voillaume, muy cerca de los 98 años de edad. La vida de Rene Voillaume ha entrado en la historia de la espiritualidad cristiana y religiosa por haber sido el fundador de los Hermanitos de Jesús, de los Hermanitos y Hermanitas del Evangelio, el impulsor de varias asociaciones y movimientos sacerdotales y de laicos, a partir de los escritos e intuiciones de Carlos de Foucauld.
Con la Hermanita Magdalena, fundadora de las Hermanitas de
Jesús, Rene Voillaume ha transmitido la herencia espiritual de Foucauld, y la
ha sabido hacer fecunda en familias religiosas y en animación de vida
evangélica que ha generado fidelidades y testimonios realmente asombrosos.
(2) Para ampliar sobre el
matrimonio Maritain, visitar este enlace:
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