domingo, 12 de septiembre de 2021

LOS MIEDOS -

 ... Continuación...

 

Como ya hemos venido diciendo, los miedos que aquejan hoy a nuestra sociedad son muchísimos y muy variados. La mayoría de las personas temen al futuro, al desempleo que los amenaza y consecuentemente a no poder afrontar las cargas financieras del hogar, a la soledad, a los propios pensamientos e impulsos, a la enfermedad, a ser abandonados, a ser heridos y rechazados, al terrorismo, a la guerra nuclear, a las fuerzas de la naturaleza, a fracasar en la vida, a la condenación eterna (infierno), a la muerte, a Dios cuando no se lo conoce bien.  Miedos reales, aunque también existen miedos irracionales. A todos ellos, trataremos de aprender a enfrentar, confrontar, manejar pero más que nada INTEGRAR.. No estamos solos, ya lo hemos dicho, el Señor es quien está al timón de nuestra nave. 

Tomemos por ejemplo el caso de una persona que tiene un jefe gruñón, totalitario, injusto ante el cual todos se doblegan por temor. Pues entendamos bien que ese ser agresivo y totalizador está colmado de miedo y así esparce a su alrededor cada vez más miedo e incrementa la inseguridad en su entorno. 

ES NECESARIA UNA FUERTE CONFIANZA EN SI MISMO PARA NO CONTAGIARSE DE ESTA ATMOSFERA CARGADA DE MIEDO.

Todos estos son temores reales, pero, como hemos dicho más arriba,  existe otro temor que es irreal: es EL MIEDO AL MIEDO. Estas personas ven al miedo como un ente con vida propia que toma posesión de ella de forma que las paraliza y obstaculiza su vida totalmente. Dentro de este miedo se encuentran también los ataques de pánico tan famosos hoy en día. El miedo constituye aquí una amenaza insoportable.  El pánico, también conocido como ataque de ansiedad aguda, es el miedo incrementado. El término pánico deriva del griego “pan”, el dios griego de los pastores y rebaños. Este dios apareció de la nada en la figura de un macho cabrío y le provocó al humano un violento susto. Los griegos lo denominan “panikos”, que significa “proveniente de Pan”, a tal temor sin fundamento.  Las personas que padecen fobias como la “agorafobia” (temor a lugares abiertos), “claustrofobia” (temor a lugares cerrados), son presas de este miedo, el pánico. En estos casos, como lo hemos dicho en nuestro primer encuentro será necesaria la ayuda profesional como complemento de nuestro trabajo. Este estado de pánico constituye el vivir asustado las 24 horas del día, experimentando un susto o miedo que paraliza, que  condiciona totalmente la vida de quien lo padece.

 

Por otra parte, así como el miedo me puede paralizar, también hay un aspecto bueno del miedo como ya lo hemos dicho, cuando me avisa sobre algún peligro  o me sugiere no excederme de la medida en algo.

Los psicólogos y filósofos nos sugieren que el miedo no siempre es malo. Es un sistema de alarmas que nos advierte de amenazas y nos impulsa a protegernos. Sabemos que el miedo moviliza fuerzas en nosotros para reaccionar de manera más atenta y alerta frente a los peligros. El miedo no se refiere únicamente a “frente a qué”, sino también a un “de qué” ¿De qué tengo miedo? ¿Tengo miedo por las personas que quiero? ¿O tengo miedo por mí mismo, por mi vida, por mi salud, por mi integridad? Debemos saber ver que en nuestros miedos, se encuentra también, en última instancia, una esperanza de vida. El miedo es en definitiva, la expresión de la “limitación, de lo efímero,  pero también es la expresión de la esperanza y el deseo”, según el filósofo  Ulrico Hommes. 

Kafka vio en el miedo por último el anhelo de vida y de amor cuando en una carta a su novia le escribió: “No obstante quizá este miedo no sea sólo miedo, sino también el anhelo que es más que todo lo atemorizante”.

En estos encuentros vamos a tratar de superar los miedos aprendiendo a convivir con ellos. No bien me reconcilio con mi miedo, éste se transforma.

 

Continúa presente pero ya no me domina. Esta es otro modo de tratar con ellos. El otro método, que aplicaremos según la circunstancia, es confrontándolos. 

 

Tenemos que saber leer en nuestros miedos.  Nos señalan nuestros límites, pues en nosotros existe una tendencia a ser ilimitados Algunos psicólogos afirman: “chocar contra los límites del propio poder le genera al yo pensante, un enorme miedo, una angustia existencial. Cuando al ser humano se le recuerdan los límites de su poder, sobre todo en lo que concierne al deseo del hombre de quererse ver igual a Dios (recordemos Adán y Eva, el libro del Génesis “seréis como dioses”), esto representa para todo ser humano una amenaza existencial”. Por lo tanto, vemos aquí, en esta lectura del miedo, la lección positiva que me da al recordarme mis límites y mi humanidad. Vemos que detrás de estas emociones negativas, también está la OBRA DE LA GRACIA.

 

Sin el miedo, perdemos la percepción de nuestra humanidad. Nos sobreestimaríamos. También nos creeríamos Dioses o héroes inmortales. Tal vez el miedo sea en definitiva una forma de soberbia enmascarada. Pero si lo vemos positivamente, entonces encontraremos que el miedo tiene también la función de destruir nuestras fachadas y máscaras y de hacernos más humanos y simultáneamente más aptos para el desarrollo, para el crecimiento. 

Pero, como hemos adelantado también existen miedos que me obstaculizan la vida. En mí puede surgir miedo sin estar parado frente a un abismo. Algo en mí se estrecha. La mayoría de las veces no puedo comprenderlo, me paraliza. No puedo continuar, me amenaza. Todo en mí se contrae. Ya no se cómo debo reaccionar. Tales miedos son destructores. Me encierran en esa prisión de la cual pareciera que no puedo escapar. Mi vida se reduce más y más. El miedo me impide una vida en plenitud, tal como nos la prometió Jesús (Jn 10, 10) “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia”. ¿Cómo me libero de ese miedo? Un camino para esto consiste en observarlo y entrar en conversación con él. Entonces puedo reconocer qué quiere decirme si me señala mis límites o quizás también modelos neuróticos que se han hecho carne en mí para obstaculizar mi vida. 

¡¡¡CUANDO EL MIEDO ES MAYOR QUE EL PELIGRO REAL, SIEMPRE SEÑALA PERTURBACIONES NEUROTICAS!!! LA PSICOTERAPIA TRATARA TALES NEUROSIS.

Pero, repetimos,  nosotros no apuntamos sólo a la terapia clásica sino a los CAMINOS ESPIRITUALES PARA RELACIONARNOS CON EL MIEDO.

 

Aprenderemos que los textos bíblicos tienen una fuerza propia para transformar el miedo. No pasan por encima de él sino que lo admiten, nos invitan a observarlo, a soportarlo y a incorporarlo en el encuentro con Dios.

Se pueden comparar los miedos de los seres humanos que estuvieron frente a Jesús hace dos mil años, con los actuales y ver y comprender los miedos de hoy a la luz de esos textos antiguos. La forma en que Jesús trata a las personas colmadas de miedo, cómo las toca y cómo se dirige a ellas y cómo habla con ellas sobre su miedo y sobre el camino de la transformación, nos muestra su sabiduría y su tacto para relacionarse con cada uno de manera cuidadosa y atenta. 

Los textos bíblicos nos ayudarán a manejarnos mejor tanto con los miedos "normales" como con los neuróticos. Esto no significa que reemplacen cualquier tratamiento terapéutico sino que contribuirán y complementarán dicho proceso.

Para esto no vamos a leer la Biblia desde un punto de vista teológico o histórico solamente, sino que vamos a interpretar los textos a través de lentes psicológicos ya que siempre existen muchos caminos y todos muy válidos para acercarse al misterio de la Biblia. 

Cada evangelista describió a Jesús como terapeuta del miedo de un modo absolutamente personal. Este pareciera ser un abordaje limitado de este tema tan vasto sin embargo, precisamente esta perspectiva nos ayudará mucho a relacionarnos con el miedo de modo que no nos paralice sino que encontremos confianza en el Dios que transforma nuestro miedo en un camino hacia una vida más humana y cuidadosa.

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