A veces la vida nos enseña duramente que lo que es evidente para el alma humana no requiere verificación científica. La vida nos enseña que hay otras clases de pruebas más allá de las probetas y de los telescopios. El amor no se puede pesar pero creemos en él. La compasión no se puede palpar, pero la buscamos. La fidelidad no se puede dibujar, pero la vemos.
La vida nos enseña que Dios no es muerte pues de cada pérdida nos llega una nueva instantánea de Dios ... y así podríamos dar interminables ejemplos.
"Creo en Dios" es decir al mundo que soy dirigido por una estrella que no puedo ver, pero que estoy convencido de que está ahí, pues siento que tiene que estar. La mente queda anonadada ante la pobreza intelectual de semejante postura, pero el espíritu se eleva.
Todos y cada uno de nosotros nacemos con la idea de Dios en nuestro corazón, la heredamos. No busquemos fuera ni lejos lo que tenemos dentro de nuestro corazón.
Puedo creer o no creer en Dios, pero la elección tiene su precio.
No creer en Dios es creer sólo en mí mismo y en lo que veo alrededor de mí. Sin un Dios, yo soy Dios. Adoro a dioses fabricados por mí mismo: dinero, poder, prestigio, aprobación, cosas... Adoro todas las cosas que veo, con todas sus limitaciones y con todo lo que hacen para limitar el ámbito de mi alma. Es triste. Sin Dios, la misma dignidad humana está en peligro. Sin Dios no hay sentido. Sin Dios no hay finalidad. Sin Dios no hay en absoluto dimensión cósmica en nosotros. Somos simplemente arena que fluye a través de un reloj corruptible.
La fe en Dios no es lo que nos hace diferentes, sino la fe en el Dios que elegimos creer. Algunos creen en un Dios de la ira y como resultado se irritan con otros. Algunos creen en un Dios de leyes y se derrumban psíquica y espiritualmente cuando las transgreden, o se vuelven más duros y exigen a otros un comportamiento que ellos no pueden observar. Estas personas conciben a Dios como el manipulador del universo y no como su bendito hacedor. Proyectan sobre Dios las pequeñas necesidades de la humanidad.
Yo he conocido todos esos dioses en mi vida y todos ellos me han decepcionado. He temido a Dios y he sido crítica con mis semejantes. He usado a Dios para abrirme paso en la vida y, como resultado de ello, no he tomado medidas para cambiar la vida por mí misma. He estado ciega al Dios que mora en mí y al situarlo lejano, no he conseguido hacérselo presente a otros.
También hemos permitido que se nos transmita la idea de Dios a través de imágenes totalmente ajenas a esa idea misma de Dios.
Dios como titiritero, Dios como potentado, Dios como perseguidor. Esa deidad no es otra cosa que una imagen de nosotros mismos. Lamentablemente crecemos a la imagen de Dios que nos hemos fabricado.
Nos dijeron que Dios era creador y juez a través de imágenes, pero se olvidaron de decirnos lo que no podían representar. Se olvidaron de decirnos que Dios es a la vez lo que no podemos pensar y lo que no podemos dejar de pensar. Naturalmente en nuestro intento de comprender a Dios como una persona, la hemos configurado con atributos especiales y hemos visto en esa concepción lo peor y lo mejor de nosotros mismos.
Mientras no descubra al Dios en el que creo, no comprenderé ninguna otra cosa acerca de mi propia vida. Si mi Dios es un juez severo, viviré sumido en una culpa imperdonable, si mi Dios, por el contrario, es vida y esperanza, viviré una vida rebosante de plenitud. ES VERDAD: NO SE PUEDE PENSAR A DIOS, SÓLO PODEMOS CONOCERLO.
Decir "creo en Dios" es decir que me comprometo a hacer de Dios una presencia, que ocupe el centro de mi corazón, en lo cotidiano de mis días, en los pozos de mis luchas y en la cúspide de mis alegrías.
La tarea fundamental del espíritu es descubrir el camino que Dios traza en cada uno de nosotros: es la búsqueda del "Santo Grial" enterrado en lo profundo de nuestro corazón, donde siempre estuvo.
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