miércoles, 31 de marzo de 2010

MAS DE THOMAS MERTON


(leídas mientras se plantaban diversos árboles en un parque de la Abadía)

La oración contemplativa es el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, una experiencia de Quién es Él y de su amor hacia nosotros, fluyendo de los efectos de tal amor en nuestras almas. La oración contemplativa es la voz del Espíritu gritando en nosotros: “Abba, Pater”. En toda oración válida, es el Espíritu Santo quien reza en nosotros...El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, y es a Su presencia en nosotros, a la que se atribuye la santidad de cada uno de los elegidos. Ruega en nosotros; ya como Alma de la Iglesia, ya como Vida de nuestra propia alma; pero la distinción es sólo real en el orden externo de las cosas. Interiormente, tanto si nuestra oración es privada como pública, es el mismo Espíritu quien ruega en nosotros. Pulsa en realidad distintas cuerdas de un mismo instrumento.(El signo de Jonás, 21 de marzo 1950, Fiesta de San Benito)

Existe un punto donde puedo encontrar a Dios en contacto real y experimental con Su infinita realidad: es el punto en que mi ser contingente depende de Su amor...Dios me pronuncia como una palabra que contiene un pensamiento parcial de Sí mismo. Una palabra no será nunca capaz de comprender la voz que la pronuncia. Pero si soy fiel a lo que Dios emite en mí, si soy fiel al pensamiento de Él que debería encarnar, estaré lleno de su realidad y Lo hallaré dondequiera en mí y no me encontraré a mí en ninguna parte. Me habré perdido en Él.(Semillas de contemplación: Ruego por hallarte a ti mismo)

Cuanto más estamos solos tanto más estamos juntos; y cuanto más nos hallamos en sociedad, la verdadera sociedad de la caridad, no de las ciudades, tanto más estamos con Él a solas. Pues en mi alma y en la tuya hallo al mismo Cristo que es nuestra Vida, y Él se halla a Sí mismo en nuestro amor, y todos juntos hallamos el Paraíso, que es compartir Su Amor por Su Padre en la Persona de Su Espíritu.(Semillas de contemplación: Somos un Hombre)

El amor constituye el fin de toda contemplación puesto que ésta no es un fin en sí misma. La contemplación no es la santidad. La plena madurez de la vida cristiana, de la cual la contemplación es uno de los tantos medios -aunque quizá sea el más eficaz de todos ellos-, consiste esencialmente en el amor perfecto de Dios y de los otros hombres. (El Ascenso a la Verdad: El conocimiento amoroso de Dios)

La oración debería ser tan instintiva como la respiración... es tan importante para la vida del alma como la respiración lo es para el cuerpo... Podemos aprender a inspirar y exhalar de un modo maravilloso, porque es divino... Por la oración, dejamos abiertas nuestras almas a Dios y nos esforzamos por “respirar” su vida. El objeto supremo de la oración es el cumplimiento de la voluntad de Dios.(La senda de la contemplación: una vida de oración equilibrada: el objeto de la vida de oración)


Déjame buscar el don del silencio, la pobreza y la soledad donde todo cuanto toque se convierta en oración: donde el cielo es mi oración, los pájaros mi oración, el viento en los árboles es mi oración, pues Dios es todo en todo.(Pensamientos en la soledad: el amor de la soledad, VII)

Sólo cuando la infinita verdad, la misericordia y la libertad de Dios viven en el corazón del hombre, puede haber una cooperación social eficaz en la lucha por la justicia y la verdad en la tierra... Solamente Cristo es capaz de llevar la verdadera paz a los corazones de los hombres y nos la trae a través de los corazones de otros hombres.(La paz monástica: la visión de paz)

Un santo es capaz de amar las cosas creadas, disfrutar el uso de ellas y tratarlas de un modo perfectamente sencillo y natural, sin hacer referencias formales a Dios, no llamando la atención a su propia piedad, y actuando sin ninguna rigidez artificial. Su amabilidad y dulzura no le están infundidas por la presión de una camisa de fuerza espiritual. Proceden de su docilidad directa a la luz de la verdad y a la voluntad de Dios... Los ojos del santo hacen santa toda belleza y consagran cuanto tocan a la gloria de Dios.(Nuevas semillas de contemplación: todo cuanto es, es santo)

María era y es, en el más alto sentido, una persona, precisamente porque siendo “inmaculada”, estaba libre de toda mancha de egoísmo que pudiera oscurecer la luz de Dios en su ser. Era, pues, una libertad que obedecía a Dios perfectamente y en esta obediencia halló la culminación del perfecto amor.(Nuevas semillas de contemplación: la mujer vestida de sol)

La fe es idéntica a la puerta de la plena vida interior de la Iglesia, no sólo incluye el acceso a una enseñanza autorizada sino, sobre todo, una profunda vivencia personal que, aunque única, es compartida con el Cuerpo de Cristo en su totalidad, en el Espíritu de Cristo. San Pablo compara este conocimiento de Dios en el Espíritu con el conocimiento subjetivo que cada hombre tiene de sí. Así como nadie puede conocer mi yo interior excepto mi propio “espíritu”, Dios sólo puede ser conocido por el Espíritu de Dios: sin embargo, este Espíritu Santo nos es dado en forma tal que Dios se conoce a Sí-Mismo en nosotros, experiencia esta tremendamente real, aunque no podamos comunicarla en términos comprensibles para quienes no la comparten (Ver I Cor. 2: 7-15).(El Zen y los pájaros del deseo)

El hombre que ha logrado la integración final ya no se halla limitado por la cultura en la que ha crecido. “Ha abrazado la ‘totalidad de la vida’... Ha experimentado... la existencia humana ordinaria, la vida intelectual, la creación artística, el amor humano, la vida religiosa. Trasciende todas esas formas limitadas, al tiempo que retiene todo lo mejor y lo universal que hay en ellas... No solamente acepta a su propia comunidad, a su propia sociedad, a sus amigos, a su cultura, sino a toda la humanidad. No permanece atado a una serie limitada de valores de manera tal que los opone a otros adoptando posturas agresivas o defensivas. Es totalmente ‘católico’ en la mejor acepción de la palabra. Posee una visión y una experiencia unificadas de la única verdad que resplandece en todas sus diferentes manifestaciones, unas más claras que otras... No establece oposición entre todas estas visiones parciales,. sino que las unifica en una dialéctica o en una visión interior de complementariedad. Con esta visión de la vida, puede aportar perspectiva, libertad y espontaneidad a la vida de los demás.(Acción y contemplación: la integración final)

La idolatría es el pecado básico, por lo tanto, está bien hondo en nosotros, más íntimamente relacionado con el pecado original, por eso, con mayor probabilidad de engañarnos bajo la apariencia de veneración verdadera, integridad, honestidad, lealtad e idealismo. Hasta el cristianismo es a veces idólatra sin advertirlo. El pecado de tener un dios distinto del que no puede convertirse en ídolo, o sea, en objeto.(Diario de un ermitaño: 7 de noviembre, 1964)

Tal vez fuese demasiado decir que el mundo necesita otro movimiento como el que condujo a estos hombres a los desiertos de Egipto y Palestina... Tenemos que liberarnos, a nuestra manera, de las implicaciones de un mundo que se precipita en el desastre. Pero nuestro mundo es diferente del suyo... No podemos hacer exactamente lo mismo que ellos hicieron. Pero hemos de ser tan concienzudos e implacables en nuestra determinación de romper todas las cadenas espirituales y desechar el dominio de coacciones ajenas, para encontrar nuestro verdadero ser, para descubrir y desarrollar nuestra inalienable libertad espiritual y emplearla en construir, en la tierra, el Reino de Dios.... Necesitamos aprender de estos hombres del siglo IV cómo ignorar prejuicios, desafiar coacciones y adentrarnos sin miedo en lo desconocido.(La sabiduría del desierto)

Padre y Hacedor del Amor, que moras en nuestros corazones con una luz inaccesible juntamente con tu Hijo, envía los siete dones del Espíritu Santo a nuestras almas. Purifica nuestras mentes no sólo de pecado sino de toda vanidad de sabiduría terrena, y haznos instrumentos dóciles de tu santa voluntad con sencillez y verdad, para que la claridad de tu Hijo Jesús ilumine nuestras vidas y te glorifiquen a ti.Veni, Domine Jesu! Amén.(Meditación y contemplación)

La gran obra de Su amor está destinada a derrocar los poderes del mundo en el momento en que parezcan triunfar, y ésta es la gran obra del amor que se llevará a cabo en muchos hombres y mujeres oscuros, débiles y desconocidos, cristianos despreciados por el mundo y arrojados a un lado como seres inútiles: hombres que sufren en prisiones y en campos de concentración, mujeres hambrientas en ciudades bombardeadas, trabajadores, pobres del campo, sacerdotes humildes, monjas de los conventos, hermanos legos, madres de familia e incluso niños pequeños, pues, en estas almas Cristo encenderá en los últimos días del mundo el fuego de la verdadera caridad, que contrarreste el amor que se ha vuelto frío en las almas de los señores de la tierra.(Meditación y contemplación)

En el desierto de soledad y vacío es donde se ve que son ilusorios el miedo a la muerte y la necesidad de autoafirmación. Cuando se mira esto de frente, la angustia no siempre queda vencida, pero puede ser aceptada y comprendida. Así, en el corazón de la angustia se encuentran los dones de paz y comprensión: no simplemente en la iluminación y la liberación personales, sino en el compromiso y la comprensión, pues el contemplativo debe asumir la angustia universal y la situación ineludible del hombre mortal. El solitario, lejos de encerrarse en sí mismo, se hace a todos los hombres. Reside en la soledad, la pobreza, la indigencia de todo hombre.(Incursiones en lo indecible: La lluvia y el rinoceronte)

Hoy en día, la especie humana es como un alcohólico que sabe que beber lo destruirá y sin embargo siempre tiene ‘buenas razones’ por las que debe seguir bebiendo. Así es el hombre en su adicción fatal a la guerra. No es verdaderamente capaz de ver una alternativa constructiva a la guerra.Si esta tarea de construir un mundo pacífico es la tarea más importante de nuestro tiempo, también es la más difícil. De hecho requerirá mucha más disciplina, más sacrificio, más pensamiento, más cooperación y más heroísmo que la guerra pidió jamás.(Hermana América: paz y protesta)

La realidad de la tradición es Cristo mismo. El significado de “Cristo ha resucitado y Cristo vive” es que Cristo ha ‘realmente’ resucitado y vive ahora en nosotros. Se trata de la realidad de una tradición que está viva. Se trata de Cristo que ‘es’ y ‘vive’ aquí y ahora en nosotros. Si dejamos que el Cristo resucitado viva en nosotros, podemos avanzar con confianza, plenamente seguros de que lo hacemos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.(Los manantiales de la contemplación: la realidad contemplativa y el Cristo redivivo)

El mensaje de esperanza que te ofrece el contemplativo no consiste en que tengas que buscar tu camino a través de la jungla de palabras y problemas que hoy envuelven a Dios, sino que Dios te ama, lo entiendas o no, que está presente en ti, que habita en ti, que te llama, te salva y te ofrece un conocimiento y una luz que no tienen comparación con nada que hayas encontrado en los libros u oído en los sermones. El contemplativo no tiene nada que decirte, sino alentarte y asegurarte que si te atreves a penetrar en tu propio silencio, a caminar en la soledad de tu propio corazón, y a arriesgar el compartir esta soledad con el otro solitario que contigo y a través de ti busca a Dios, llegarás a encontrar la luz y la capacidad para entender lo que está más allá de todo lo que se puede decir o explicar, ya que está demasiado cerca para poderse explicar: la íntima unión en las profundidades de tu propio corazón entre el espíritu de Dios y tu más recóndito y oculto yo, de modo que tú y él seáis en verdad un solo Espíritu.(El camino monástico: una carta sobre la vida contemplativa)

Nuestra vida en Cristo exige un apostolado plenamente eucarístico: una acción enérgica y de largo alcance, basada en la oración y en la unión interior con Dios y capaz de trascender las limitaciones de clase, nación y cultura y de continuar edificando un nuevo mundo sobre las ruinas de lo que sin cesar está hundiéndose en la decadencia. Si el futuro nos parece sombrío, ¿no será quizá porque estamos asistiendo a la aurora de una luz que nunca ha sido vista? ...Vivimos, acaso, en el umbral de la más grande era eucarística del mundo, la era que muy bien pudiera presenciar la unión final de toda la humanidad. Si esto es verdad, entonces es que estamos ante la posibilidad de una empresa tremenda: la unión visible del mundo, a un paso de la unión de todo el mundo en Cristo.(El Pan Vivo)

Padre, te pido que me conserves en este silencio para que aprenda de él la palabra de tu paz y la palabra de tu misericordia y la palabra de tu amabilidad dicha al mundo: y que a través de mí quizá tu palabra de paz se deje oír donde durante mucho tiempo no ha sido posible que nadie la oyera.(Conjeturas de un espectador culpable: el espíritu de la noche y el aire de la aurora)

La necesidad más importante en el mundo cristiano hoy es esta verdad interior alimentada por el Espíritu de la contemplación: la alabanza y el amor de Dios, el deseo de la venida de Cristo, la sed por la manifestación de la gloria de Dios, su verdad, su justicia, su Reino en el mundo... Sin esta orientación contemplativa, estamos construyendo iglesias no para alabarle sino para establecer más firmemente estructuras sociales, valores y beneficios de los que gozamos hasta ahora...Sin la contemplación y la oración interior, la Iglesia no puede cumplir su misión de transformar y salvar al hombre.( La oración contemplativa)

El contenido central de la Biblia se resume en esta afirmación: La verdad íntima del hombre y de la existencia humana se revela en un acontecimiento (que) presenta todas las características del ‘kairos’, crisis o juicio. Cuestionado por una intervención histórica de Dios el hombre puede responder comprometiendo su libertad más profunda, o puede rehuir el encuentro amparándose en una serie de falaces excusas. Si se rehuye el encuentro, la libertad del hombre no se hace valer, sino que resulta hipotecada y enajenada. Cuando el encuentro es real y pleno, se establece un nuevo tipo de relación entre nuestra propia libertad y la libertad y el espíritu últimos: el Dios que es Amor y también ‘Señor de la Historia’. Al mismo tiempo, se renueva la relación con los demás hombres; en lugar de vivir para nosotros mismos, vivimos para los demás. Idealmente hablando, si todos nosotros viviésemos con este tipo de preocupación y compromiso altruista, la historia humana culminaría en una epifanía de Dios en el hombre. La humanidad sería visiblemente ‘Cristo’.(Leer la Biblia)

Todo aquel o aquella que con su vida dé un ‘sí’ incondicional al amor de Dios, está cumpliendo plenamente los objetivos de la vida religiosa. Ninguna otra cosa importa realmente una vez se ha respondido a esta exigencia. Todo el mundo puede hacer esto, incluso quienes no han abrazado la vida religiosa. Es simplemente el estilo cristiano de vida...En lo profundo de vosotros mismos hay algo que os sostiene porque vosotros se lo permitís, y si se lo permitís, sin duda lo hará.(Dos semanas en Alaska: la vida que une)

El cristianismo es una de las religiones del mundo. El mundo es Amor. Pero a veces olvidamos que la palabra emerge antes que nada del silencio. Cuando no hay silencio, entonces, la Única Palabra que Dios pronuncia no se oye realmente como Amor. Sólo se oyen ‘palabras’. Las ‘palabras’ no son amor, puesto que son muchas y el Amor es sólo Uno. Cuando hay demasiadas palabras, perdemos la conciencia del hecho de que realmente sólo hay Una Palabra. La Única Palabra que Dios dice es Él Mismo. Hablando, Él se manifiesta a Sí Mismo como infinito Amor. Su hablar y Su escuchar son Uno. Su discurso es tan silencioso que para nuestra forma de pensar Su discurso es un no-discurso, su escuchar es no-escuchar. Así, en el silencio, en el abismo de Su único Amor, todas las palabras son dichas y todas las palabras son oídas. Sólo en este silencio del Amor infinito tienen conciencia y significado.(Amar y vivir: amor y soledad)

El Cristianismo no es la religión de una ‘ley’, sino la religión de una ‘persona’...El mismo Jesús, viviendo en nosotros por Su Espíritu, es nuestra Regla de Vida. La obediencia a esta (nueva) ley nos conforma a Él como persona. Por tanto, perfecciona la imagen divina en nosotros. Nos hace como Dios. Nos llena de la vida y la libertad que Él nos enseñó a buscar. Ese es el valor que determina todas las acciones de un cristiano. Ese es fundamento a la vez del humanismo cristiano y del misticismo cristiano: El cristiano vive por amor, y por tanto, por libertad.(El hombre nuevo: el segundo Adán, 115)

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