El mantra nos demanda absoluta atención. En esencia es nuestra aceptación del carácter absoluto del amor de Dios, que inunda nuestros corazones por el Espíritu de Jesús Resucitado. En el momento de la meditación, morimos a la implacable simplicidad del mantra, renunciando entonces a todo pensamiento y lenguaje.
Esta no es una doctrina o un método esotérico. El mantra ha estado dentro de la tradición cristiana de oración desde el principio, y podemos encontrar referencias en cuanto a que la oración está más allá de todas las operaciones de la mente. San Buenaventura escribió al respecto: "Si la pascua ha de ser perfecta, deberemos dejar de lado todas las operaciones discursivas del intelecto y volcar la esencia de nuestra alma a Dios, para ser completamente transformados en El".
Con esto no quiero decir que la meditación sea el único camino, sino que es el único camino que yo he encontrado. Desde mi propia experiencia, es el camino simple y puro, el que nos posibilita estar total e integralmente conscientes del Espíritu que Jesús ha enviado a nuestro corazón. Esta es, sin duda, la experiencia más temprana registrada dentro de la tradición cristiana, desde los tiempos apostólicos hasta nuestros días.
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