Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica Romana ha estado estimulando a los católicos a vivir en plenitud la vida cristiana a fin de vivir la dimensión contemplativa del Evangelio fuera de un convento.
La unión divina es la aspiración máxima de todos los cristianos. Es un error pensar que se requiere una forma de vida especial para lograrlo. El camino espiritual es para todo aquel cristiano que tome en serio el mensaje del Evangelio. La repetición del mantra o palabra sagrada es una disciplina diseñada para reducir los obstáculos que impiden llegar a la quietud del corazón, donde reside la Santísima Trinidad. Para ello se redescubren las enseñanzas contemplativas de los maestros de espiritualidad en la tradición cristiana y se las sacan a la luz del presente. (Ver los escritos de Juan Casiano, Maestro Eckhart, Evagrio Pontico).
Es preciso mantener un cierto nivel de silencio interior en la siquis y en el sistema nervioso para obtener los beneficios de la oración contemplativa.
La disciplina de la meditación cristiana, con la repetición de una fórmula o palabra sagrada, ha sido diseñada para que dejemos de prestar atención al flujo ordinario de pensamientos -con el cual tendemos a identificarnos - ya que existe dentro de nosotros algo más profundo y esta oración hace que nos abramos para captar ese puro nivel espiritual de nuestro ser. Es ese nivel de nuestro ser el que nos hace más humanos. Los valores que encontramos allí son un deleite mayor que el que obtenemos de lo que flota sobre la superficie de la siquis. Necesitamos refrescarlo a diario acercándonos a ese nivel. De la misma forma que necesitamos, ejercicio, alimento, descanso y sueño, así mismo necesitamos momentos de silencio interior, que nos proporcionan la forma más profunda de reposo.
En ese centro de nuestro corazón habita la Santísima Trinidad y es desde la experiencia de dicho encuentro nuestro con Dios, que se producirá nuestra transformación paulatina, según la mano del Espíritu Santo que blande su cincel (el mantra) para modelar el alma.
El camino espiritual no consiste en dirigirse al exterior, puesto que Dios éstá DENTRO de nosotros. Lo que hace falta es que permitamos que nuestros pensamientos ordinarios pasen a un segundo plano y floten por el río de la conciencia sin que les prestemos atención, en tanto que nosotros dirigimos nuestra atención hacia el río sobre el cual flotan. Estamos sentados a la orilla del río, viendo pasar las embarcaciones. Si logramos permanecer en la orilla, fijando nuestra atención en el río y no en los botes, se irá desarrollando nuestra habilidad para ignorar los pensamientos cuando pasan, y aparecerá una forma más profunda de atención. El método consiste en dejar ir todo pensamiento (todo aquéllo que aparezca en nuestra conciencia, ya sea una imagen, una emoción, un recuerdo, un plan, un ruido exterior, una sensación de paz, hasta una comunicación de orden espiritual o un pensamiento devoto), durante el tiempo de la oración.
Para meditar buscarás un lugar tranquilo, te sentarás cómodo con tu espalda derecha, sin tensiones en el cuerpo para que no te distraigas. Cerrarás tus ojos, respirarás lenta y profundamente repitiendo tu palabra (no con los labios ni con las cuerdas vocales, sino mentalmente) durante los 20 ó 30 minutos que dure tu meditación tanto a la primera hora de la mañana como a la tarde o noche. Se requieren dos momentos diarios, para llenar nuestro día de Su Presencia y llevar a Dios a lo cotidiano.
No te desalientes con las distracciones, pero persevera en la disciplina, practícala sin esperar resultados. La búsqueda de resultados tiene que ver con el ego, en tanto que este camino es el polo opuesto: El DESAPEGO del yo para encontrarnos con el YO SUPREMO.
Buenos consejos y directrices para la oración. Un abrazo: Joan Josep
ResponderEliminarGracias querido Joan Josep. Besos a toda España!!!
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