¿Que hacer para poseer la paz del cuerpo y del alma?
Debemos amar a todos los hombres como a nosotros mismos y estar prontos a morir en todo momento.
En efecto, el que recuerda su muerte
siempre se hace humilde, se abandona a la Voluntad de Dios y desea estar
en paz con todos, amar a todos los hombres.
El alma del humilde es como un mar; si
uno lanza una piedra al mar, la superficie del agua se agita un momento,
luego la piedra se hunde en el abismo.
Así toda pena es sepultada en el corazón humilde porque en él esta la Fuerza de Dios.
La incredulidad proviene siempre del
orgullo. El orgulloso quiere comprenderlo todo con su razón, pero Dios
no se revela más que al alma humilde.
Un alma abandonada a la voluntad de Dios está siempre tranquila y llena de paz…
Escritos espirituales de Silouane
Vol. 36 de la colección “Espiritualidad monástica”
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