El desapego no sólo significa estar desprendido de las cosas y de las personas. El desapego más importante es desprenderse de uno mismo, liberarse del propio yo, de la propia fama, del reconocimiento social, de la necesidad de ser aprobado.
Esto no significa que uno no defienda sus derechos o que se deje pisotear. Tenemos conciencia de la dignidad inmensa que Dios nos da y creemos que El espera que sepamos defendernos, que no permitamos que destruyan esa dignidad. Pero el problema es cuando uno empieza a mirar todo desde esa perspectiva y en el fondo del alma lo único que le interesa es cuidarse a sí mismo, defenderse, ser reconocido. Así uno comienza a sentirse en el centro del universo como si todos estuvieran a su servicio, porque la obsesión por el propio yo se apodera del corazón. En ese corazón ya no queda lugar para la mística, porque no puede trascenderse a sí mismo, sólo está contemplando sus derechos y las obligaciones de los demás.
La búsqueda enfermiza de sí mismo hoy suele disfrazarse de una búsqueda de paz. Las personas quieren "sentirse bien" por dentro. En cambio el místico sabe bien que Dios puede actuar en su vida a través de cualquier estado de ánimo. Dios puede hacer una obra preciosa de purificación y transformación en medio de nuestros aburrimientos, sentimientos de disgusto, depresiones o sentimientos de vacío interior. Por eso es tan dañino escapar de la soledad y estar buscando permanentemente distracciones. Debemos encontrarnos con esos fantasmas interiores, hacerles frente.
Lo importante es que descubras que Dios actúa permanentemente en tí, a través de todo, absolutamente todo lo que sientes y vives, aún a través de las cosas que te parezcan más tontas, ásperas y vacías. El no evita que te sucedan cosas desagradables, porque si lo hiciera, dejarías de estar en esta tierra y la vida en este mundo dejaría de ser un hermoso desafío. Pero al mismo tiempo Dios está permanentemente intentando lograr que esas cosas que te pasan sean para tu bien.
Entonces todo es mística porque Dios te ama de verdad y está constantemente intentando hacerte bien, madurarte, liberarte, y eso no se logra sin purificaciones interiores, sin una limpieza de todas las superficialidades que te penetraron el alma. Para eso muchas veces están las tristezas amargas, una sensación de que todo es inútil, una percepción del sinsentido de muchas cosas.
Por eso nada es inútil y a esta vida hay que aceptarla entera con todos sus momentos. Por consiguiente El es capaz de hacer brotar una fuerza sanadora también en tus momentos de soledad, tristeza, abandono, tedio, cansancio, aburrimiento y humillación.
Se debe buscar la paz más profunda, esa que convive con los problemas, las humillaciones, el trabajo duro, las angustias de la convivencia. Su ideal ya no es alcanzar una sensación de paz, sino aquélla paz que no se pierde aunque tengamos muchas molestias.
A continuación les escribo un texto hermoso de A. de Lombez (de su libro Practica la paz interior)
"Hay que buscar esta paz con diligencia, pero sin un afan excesivo. Será fruto de la paciencia más que de numerosos esfuerzos nuestros. Si hicieras un esfuerzo muy grande para adquirir este santo reposo, ese esfuerzo sería precisamente lo que más te alejaría de él. La suprema paz consiste más bien en no aferrarse a nada, ni siquiera a la paz sensible. En la medida en que aún se conserva el apego a una paz perceptible, sólo se tienen, cuando mucho, algunos frutos de ella que bien pronto se consumen. Así no poseemos el germen y la raíz de aquélla paz, que se hallan en un querer absolutamente despojado".
Si uno se obsesiona por sentir paz, se vuelve demasiado sensible y vive quejándose de todo lo que le quita esa paz. Eso es otra forma de esclavitud interior. Porque la liberación del propio yo nos lleva a renunciar a la queja permanente, y nos hace desarrollar un espíritu de profunda aceptación de todo lo que nos suceda.
Vemos así que la experiencia mística nos lleva a estar menos pendientes de nosotros mismos y de lo que sentimos. Otra cosa es mostrarle a Dios lo que sentimos y así dejarlo actuar en nosotros. Sin necesidad de vivir amargados, podemos ofrecerle a Dios todo lo que nos hace sufrir para que El haga su obra en medio de nuestras molestias.
Susana me ha gustado mucho la reflexión.¡Gracias!
ResponderEliminarDios te bendiga.¡Feliz Domingo.!
Querida Marian: Gracias por comentar!!! Un beso grande.
ResponderEliminarSanta Teresa decía que los místicos cristianos se imaginaban su camino hacia el éxtasis o experiencia de trascendencia como una escalera al cielo que se debería remontar paso a paso. Esta escala de la perfección, tenía tres estados principales; el primero se llamaba la vida purgativa, el segundo la vida iluminativa y el tercero la vida unitiva, que representaba el estado de la perfecta contemplación. La vida purgativa necesita lógicamente una autodisciplina o ascetismo, ya que requiere del aislamiento de las cosas de este mundo para interiorizarse y auscultarse, haciendo un examen de conciencia identificando nuestros defectos o rasgos negativos que son la causa de nuestros pecados, para extinguirlos practicando las virtudes opuestas a nuestros defectos, hasta lograr el perfil de humanidad perfecta. Al inició de nuestro conocimiento interior experimentamos psíquicamente vivencias perturbadoras a medida que profundizamos en la oscuridad de los laberintos de la mente, que nos obligan a asirnos fuertemente de la mano de Cristo imitando su vida ejemplo y enseñanzas para encontrar la salida. Hay ocasiones en que inesperadamente emerge el fenómeno espiritual de la transformación humana que da lugar a la extinción del ego viejo o muerte mística, mediante un doloroso proceso psíquico que nos lleva a deambular por la noche oscura donde no paramos de sufrir hasta eliminar todo apego, mordaza, dualismo, que nos impedían liberarnos de los viejos parámetros, creencias o dogmas equivocados que condicionaban nuestra vieja forma de ser. Provocando comportamientos superficiales o automatismos que nos impulsaban sin darnos cuenta al distorsionar la realidad que percibimos. Impidiendo al ego nuevo renacer de sus cenizas, para dejar de sufrir creciendo espiritualmente hasta alcanzar la quietud de la mente en las turbulencias de la vida o paz interior antesala de la iluminación. Vida iluminativa necesaria para sanar las heridas profundas que emergen a nuestra conciencia, experimentando psíquicamente las vivencias traumáticas que nos acontecieron para poder afrontarlas al conocer la respuesta de la sabiduría interna a nuestros cuestionamientos y problemáticas intensas que nos hacen sufrir. La vida unitiva o éxtasis místico, no sólo es la meta, sino el fruto sagrado de la disciplina remota necesaria para inducir el éxtasis místico, donde a través de nuestro espíritu experimentamos la común unión de todos los seres y todas las cosas existentes en el universo existencial, manifestado e in-manifestado. Intimidad abismal profunda que nos revela el contenido de los arcanos que dan respuesta a nuestros interrogantes existenciales, de la cual emergemos transformados con los rasgos de una personalidad empática integralmente relacionada con nuestro entorno existencial que nos impulsa a servir a los demás al experimentar en carne propia el dolor ajeno sin que podamos evitarlo. http://es.scribd.com/doc/17142700/EL-SINCRETISMO-UNIVERSAL-DEL-CRISTIANISMO-LAICO
ResponderEliminar