Sólo en el nombre de Jesús está nuestra salvación. Sólo Él puede salvarnos, y
nadie más. Mucho menos los modernos «magos» con las improbables profecías del
tarot que cautivan y engañan al hombre moderno.
Precisamente en el nombre de Jesús el Papa Francisco centró la reflexión del
5 de abril por la mañana, viernes de la octava de Pascua, en la misa que celebró
en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, con la participación de los
sediarios pontificios y los responsables, empleados y religiosos de San Juan de
Dios que trabajan en la Farmacia vaticana.
El
Pontífice partió de la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles
(4, 1-12), para reflexionar sobre el valor y el significado del nombre de Jesús.
El pasaje propone el episodio de Pedro y Juan que, arrestados por predicar al
pueblo la resurrección del Cristo, fueron llevados ante el Sanedrín. Al
preguntarles porqué curaron al hombre tullido junto a la puerta del Templo,
Pedro responde: «Ha sido el Nombre de Jesucristo Nazareno». En el nombre de
Jesús, repitió el Papa, y agregó: «Él es el Salvador; este nombre, Jesús. Cuando
uno dice Jesús, es precisamente Él, es decir, el que hace milagros. Y este
nombre nos acompaña en el corazón».
También en el Evangelio de san Juan, agregó el Papa, los apóstoles un poco
fuera de sí «porque no había pescado nada durante toda la noche, cuando el Señor
les preguntó si tenían algo para comer» no teniendo nada, respondieron que no de
un modo un poco brusco. Pero «cuando el Señor les dice “echad la red a la
derecha de la barca y encontraréis”, tal vez pensaron en la ocasión que el Señor
había dicho a Pedro de ir a pescar y él respondió: “No hemos pescado nada en
toda la noche, pero en tu nombre echaré las redes”».
Retomando los Hechos de los Apóstoles, el Papa Francisco explicó que «Pedro
revela una verdad cuando dice: “lo hicimos en el nombre de Jesús”» porque él
responde inspirado por el Espíritu Santo. En efecto, nosotros, prosiguió, «non
podemos confesar a Jesús, no podemos hablar de Jesús, no podemos decir algo
sobre Jesús sin el Espíritu Santo». Es precisamente el Espíritu Santo quien «nos
impulsa a confesar a Jesús o a hablar de Jesús o a confiar en Jesús». Y es
justamente Jesús quien está a nuestro lado «en el camino de nuestra vida,
siempre».
El Pontífice contó luego una experiencia personal, vinculada al recuerdo de
un hombre, padre de ocho hijos, que trabaja desde hace treinta años en el
arzobispado de Buenos Aires. «Antes de salir, antes de ir hacer lo que tenga que
hacer —dijo— susurraba siempre para sí: “¡Jesús!”. En una ocasión le pregunté:
“¿Por qué dices siempre Jesús?”. “Cuando digo ’Jesús’, me respondió este hombre
humilde, me siento fuerte, siento que puedo trabajar, porque yo sé que Él está a
mi lado, que Él me protege”». Sin embargo, subrayó el Papa, este hombre «no ha
estudiado teología: tiene sólo la gracia del bautismo y la fuerza del Espíritu».
Y «su testimonio —confesó el Papa Francisco— me ha hecho mucho bien a mí. El
nombre de Jesús. No hay otro nombre. Tal vez nos hará bien a todos nosotros»,
que vivimos en un «mundo que nos ofrece tantos “salvadores”». A menudo «cuando
hay problemas —advirtió— los hombres no confían en Jesús, sino en otras
realidades», recurriendo tal vez a sedicentes magos «para que resuelvan las
situaciones», o bien «van a consultar el tarot» para saber o comprender qué
hacer. Pero no es recurriendo a magos o al tarot donde se encuentra la
salvación: la salvación está «en el nombre de Jesús. Y debemos dar testimonio de
esto. Él es el único salvador».
Luego hizo referencia al papel de la Virgen María. «La Virgen —dijo el
Pontífice— nos lleva siempre a Jesús. Invocad a la Virgen, y Ella hará lo que
hizo en Caná: “Haced lo que Él os diga”». Ella «nos conduce siempre a Jesús. Es
la primera en obrar en el nombre de Jesús». Finalmente, el Papa concluyó
expresando un deseo: «Quisiera que en este día, que es un día en la semana de la
Resurrección del Señor, pensáramos en esto: confío en el nombre de Jesús; rezo
“¡Jesús, Jesús!”».
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