Debemos superar el enfoque maniqueo de la cuaresma que hemos vivido
durante demasiado tiempo. Sin embargo, el sentido profundo de la
cuaresma debemos mantenerlo e incluso potenciarlo. En efecto, en ninguna
época de la historia el ser humano se había dejado llevar tan
masivamente por el hedonismo. A escala mundial el hombre se ha
convertido en productor-consumidor. El grito de guerra de las revueltas
estudiantiles del 68 en Francia, era: “No queremos vivir peor que
nuestros padres”. No querían ganar menos y consumir menos; para nada,
hacían alusión a la posibilidad de ser más humanos.
La crisis económica nos puede ayudar a superar el dilema. ¿Queremos
consumir más o nos interesa ser cada día más humanos? En teoría no hay
problema para responder, pero en la práctica, todos nos dejamos llevar
por el hedonismo, aún a costa de menor humanidad. Aquí está la razón de
la cuaresma. Todos tenemos la obligación de pararnos a pensar hacia
dónde nos dirigimos. Alcanzar plenitud de humanidad exige el esfuerzo de
no instalarnos en la comodidad. Para crecer en humanidad debemos ir más
allá de la satisfacción de los instintos.
Este es el planteamiento de una cuaresma para la reflexión.
Este es el planteamiento de una cuaresma para la reflexión.
No debemos escandalizarnos cuando los exegetas nos dicen que los
relatos de las tentaciones no son historia sino teología. Mc, que fue el
primero que se escribió, reduce el relato a menos de tres líneas. No
son crónicas de sucesos, pero son descarnadamente reales. Empleando
símbolos conocidos por todos, nos quieren hacer ver una verdad teológica
fundamental: La vida humana se presenta siempre como una lucha a muerte
entre los dos aspectos de nuestro ser; por una parte lo instintivo o
biológico y por otra lo espiritual o trascendente. Esa lucha no hay que
plantearla en el orden del obrar sino en el del conocer.
El mito del mal personificado (diablo), ha atravesado todas las
culturas y religiones hasta nuestros días y por lo que se puede
adivinar, tiene cuerda para rato. La realidad es que no necesitamos
ningún enemigo que nos tiente desde fuera. El diablo nace como necesidad
de explicar el mal, que no puede venir de Dios. Sin embargo, lo que
llamamos mal no tiene ningún misterio; es inherente a nuestra condición
de criaturas. La voluntad solo es atraída por el bien, pero como nuestro
conocimiento es limitado, la razón puede presentar a la voluntad un
objeto como bueno, siendo en realidad malo. Todos buscamos el bien, pero
nos encontramos con lo malo entre las manos, no porque lo busquemos
sino por ignorancia.
El mal es consecuencia de una inteligencia limitada. Sin
conocimiento, la capacidad de elección sería imposible y no podía haber
mal moral. Si el conocimiento fuera perfecto, también sería imposible
porque sabríamos lo que es malo, y el mal no puede ser apetecible. Si la
voluntad va tras el mal, es siempre consecuencia de una ignorancia. Es
decir, creemos que es bueno para nosotros lo que en realidad es malo. La
libertad de elección solo se puede dar entre dos bienes. Plantear una
lucha entre el bien y el mal, es puro maniqueísmo. La lucha se da entre
el bien aparente (mal), y el bien real. Esto es muy importante.
El domingo pasado decíamos que el ser humano es un proyecto que está
toda su vida desarrollándose. La tentación consiste en instalarse en uno
de los escalones que tenemos que ascender o, peor aún, utilizar los
escalones superiores para ponerlos al servicio de los inferiores. Para
que el desarrollo humano concluya con éxito, cada etapa tiene que
integrar la anterior y unificarse en una única personalidad, solo que
más cerca del objetivo final.
Que las tentaciones sean tres, no es casual. Se trata de un resumen
perfecto de todas las relaciones que puede desarrollar un ser humano. La
tentación consiste en entrar en una relación equivocada con nosotros
mismos, con los demás y con Dios. Una auténtica relación humana con los
demás, que es lo que debe manifestarse en nuestra vida real, depende,
querámoslo o no, de una adecuada relación con nosotros mismos y con
Dios.
1ª tentación: poner la parte superior de nuestro ser al servicio de la inferior. Si eres Hijo de Dios...
No se debe entender desde los conceptos dogmáticos acuñados en el s.
IV. No hace referencia a la segunda persona de la Trinidad. Significa
hijo en el sentido semita. Si tú has hecho en todo momento la voluntad
de Dios, también Él hará lo que tú quieres. Fíjate bien que la tentación
de hacer la voluntad de Dios para que después Él haga lo que yo quiero,
no tiene que venir ningún diablo a sugerírnosla; es lo que estamos
haciendo todos, todos los días. Jesús no es fiel a Dios porque es Hijo,
sino que es Hijo porque es fiel...
Di que esta piedra se convierta en pan. La tentación
permanente es dejarse llevar por los instintos, sentidos, apetitos. Es
decir, hacer en todo momento lo que te pide el cuerpo. Es negarse a
seguir evolucionando y superarse a sí mismo, porque eso exige esfuerzo.
Los instintos nos ayudan a garantizar nuestro ser animal. Si ese fuera
nuestro objetivo, no habría nada de malo en seguirlos, como hacen los
animales. En ellos los instintos nunca son malos. Pero si nuestro
objetivo es ser más humanos, solo a través del esfuerzo lo podremos
conseguir, porque debemos ir más allá de lo puramente biológico. El
fallo está en utilizar la inteligencia para potenciar nuestro ser
animal.
No solo de pan vive el hombre. El pan es necesario,
pero, ni es lo único necesario ni es lo más importante. Para el animal
sí es suficiente. Nuestro hedonismo cotidiano demuestra que aún no hemos
aceptado estas palabras de Jesús. El dar al cuerpo lo que me pide es
para muchos lo primero y esencial, descuidando la preocupación por todo
aquello que podía elevar nuestra humanidad. El antídoto de esta
tentación es el ayuno.
Privarnos voluntariamente de aquello que es bueno
para el cuerpo, es la mejor manera de entrenarnos para no ceder, en un
momento dado, a lo que es malo.
2ª tentación: Si me adoras, todo será tuyo. El
poder, en cualquiera de sus formas, es la idolatría suprema. El poder
lleva siempre consigo la opresión, que es el único pecado que existe.
Adorar a Dios no significa dar incienso a un dios exterior. Se trata de
descubrir lo que de Dios hay en nosotros y vivirlo. Nuestro auténtico
ser no está en el ego aparente sino más a lo hondo. Si descubro mi ser
profundo, no me importará desprenderme de mi falso yo y, en vez de
buscar el dominio de los demás, buscaré el servicio a todos. El antídoto
es la limosna. Para no caer en la tentación de aprovecharnos de los
demás, debemos hacer ejercicios de donación voluntaria de lo que tenemos
y de lo que somos.
3ª tentación: Tírate de aquí abajo. Realiza
un acto verdaderamente espectacular, que todo el mundo vea lo grande
que eres. Todos te ensalzarán y tu (vana) gloria llegará al límite. La
respuesta es, que dejes a Dios ser Dios. Acepta tu condición de criatura
y desde esa condición alcanza la verdadera plenitud. Dios no tiene que
darte nada. Mucho menos podrá tener privilegios con nadie. Ya se lo ha
dado todo a todos. Eres tú el que debes descubrir las posibilidades de
ser que tienes sin dejar de ser criatura. Ya es hora de que dejemos de
acusar a Dios de haber hecho mal su obra y exigirle que rectifique. El
antídoto es la oración. Al decir oración no queremos decir “rezos” sino
meditación profunda. Descubrir al verdadero Dios, me librará de utilizar
al dios ídolo.
No debemos plantearnos la lucha contra el mal desde el voluntarismo,
sino desde un mejor conocimiento de la persona, de la realidad y de
Dios. El pecado no consiste en la trasgresión de una ley, sino en
deteriorar tu propio ser.
La ley, lo único que puede hacer es advertirte de que esto o aquello puede hacerte daño; pero eres tú, el que tienes que descubrir la razón de mal, si quieres que la voluntad deje de apetecer lo que te daña.
La ley, lo único que puede hacer es advertirte de que esto o aquello puede hacerte daño; pero eres tú, el que tienes que descubrir la razón de mal, si quieres que la voluntad deje de apetecer lo que te daña.
Meditación-contemplación
Cuaresma es tiempo de desierto.
Camina hacia tu interior repleto de peligros y asechanzas.
Para llegar a tu verdadero ser, hay que atravesar tu propio desierto.
Libérate de todo lo que crees ser, para llegar a lo que eres de verdad.
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Camina hacia tu interior repleto de peligros y asechanzas.
Para llegar a tu verdadero ser, hay que atravesar tu propio desierto.
Libérate de todo lo que crees ser, para llegar a lo que eres de verdad.
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Solo en tu propio desierto afrontarás la verdadera batalla de la vida.
Eso sí, empujados por el Espíritu.
En desierto y solo, tienes que tomar la decisión definitiva.
La “tierra prometida”, está ya ahí, al otro lado de tu falso yo.
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Eso sí, empujados por el Espíritu.
En desierto y solo, tienes que tomar la decisión definitiva.
La “tierra prometida”, está ya ahí, al otro lado de tu falso yo.
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Mantente en el silencio, hasta que se derrumbe el muro que te separa de ti mismo.
Solo la ignorancia nos mantiene alejados del SER.
Deja que la luz que ya está en tu interior te invada por completo.
Serás feliz y harás felices a los que viven junto a ti.
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Solo la ignorancia nos mantiene alejados del SER.
Deja que la luz que ya está en tu interior te invada por completo.
Serás feliz y harás felices a los que viven junto a ti.
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Se me ha ocurrido un ejemplo un poco complicado, pero que bien
entendido puede ayudarnos. Cuando yo era niño, hacía carros y trenes y
barcos. Al hacer barcos de madera, me di cuenta que se inclinaban a un
lado. Quitaba madera de ese lado y se me inclinaban hacia el otro. No
conseguía que permanecieran verticales. Hasta que me di cuenta de que,
poniéndoles en lo hondo un peso, se enderezaban ellos solitos.
Después aprendí lo del centro de gravedad y todo eso… si el ser humano no tiene un peso que le equilibre, se pasará la vida dando tumbos a un lado o a otro. Puede superar la bebida, pero se escorará a la sexualidad; puede superar la glotonería, pero se inclinará hacia la avaricia.
Después aprendí lo del centro de gravedad y todo eso… si el ser humano no tiene un peso que le equilibre, se pasará la vida dando tumbos a un lado o a otro. Puede superar la bebida, pero se escorará a la sexualidad; puede superar la glotonería, pero se inclinará hacia la avaricia.
El ser humano nunca conseguirá el equilibrio si no encuentra un
verdadero peso que enderece y ponga a raya todos sus apetitos. Decíamos
el domingo pasado que el ser humano es un proceso. Solo cuando las
etapas más humanas de nuestro ser, pueden equilibrar todas las
anteriores y ordenarlas en un equilibrio completamente estable.
Recordemos lo que dijimos el domingo pasado: el ser humano es un
proyecto que está siempre realizándose, entonces comprenderemos
perfectamente las tentaciones de Jesús, porque son las nuestras. La gran
tentación es instalarnos en cualquiera de los escalones del proceso o,
peor todavía, poner los escalones más elevados al servicio de los más
bajos.
Fray Marcos
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