Autor: Susana Topasso para el Taller Literario.
El panorama se presenta a veces muy sombrío pisando este siglo XXI aún en su niñez. Conflictos que nacen de las pasiones más bajas y primitivas del hombre que no creció. No estamos en la época de los cuchilleros de Borges, sin embargo, creo que estamos en una época en que todo aquéllo parece por momentos un cuento para niñas.
Hoy nos encontramos de frente a una realidad global que nos preocupa y nos golpea: guerras, injusticia social, vicios, enfermedades nuevas, desastres ecológicos, explotación de niños y mujeres, corrupción y delincuencia a todo nivel y así podría seguir enumerando. El avance tecnológico nos mantiene más informados y este hecho agiganta aún más la dura realidad humana que nos toca vivir en esta era post moderna.
Cabe preguntarse ¿En qué estamos fallando? ¿Qué es lo que hace que sigamos comportándonos como seres inferiores cuando no lo somos? Los estudiosos tendrán muchas teorías interesantes, pero desde mi humilde punto de vista, me atrevo a decir que deberíamos mirar hacia adentro de cada uno de nosotros. No se trata de problemas políticos, económicos o sociales, se trata de UN PROBLEMA ESPIRITUAL.
Ahora bien, ¿Qué se entiende por espiritualidad? En esta sociedad actual oímos constantemente hablar del amor, palabra tan bastardeada en estos tiempos. Decimos alegremente, “se amaban pero él la terminó matando”, “se amaban, pero ella secuestró a los hijos de ambos y se fue a un sitio desconocido sin dejar rastros”, “se amaban, pero le contagió el sida” y así podríamos seguir enumerando actos mal llamados de “amor” cuando en realidad se trata de actos de un gran DESAMOR.
Cabe preguntarse ¿En qué estamos fallando? ¿Qué es lo que hace que sigamos comportándonos como seres inferiores cuando no lo somos? Los estudiosos tendrán muchas teorías interesantes, pero desde mi humilde punto de vista, me atrevo a decir que deberíamos mirar hacia adentro de cada uno de nosotros. No se trata de problemas políticos, económicos o sociales, se trata de UN PROBLEMA ESPIRITUAL.
Ahora bien, ¿Qué se entiende por espiritualidad? En esta sociedad actual oímos constantemente hablar del amor, palabra tan bastardeada en estos tiempos. Decimos alegremente, “se amaban pero él la terminó matando”, “se amaban, pero ella secuestró a los hijos de ambos y se fue a un sitio desconocido sin dejar rastros”, “se amaban, pero le contagió el sida” y así podríamos seguir enumerando actos mal llamados de “amor” cuando en realidad se trata de actos de un gran DESAMOR.
Una sociedad sin valores, no crece. No estoy hablando de moralina, sino de valores profundos: amor y sus derivados: solidaridad, justicia, igualdad, probidad, honradez, veracidad. En todos estos valores debemos crecer. Allí donde nos encontremos y cualquiera sea la religión o creencia que practiquemos, aunque esa religión sea simplemente creer en el hombre.
Se nos pidió hablar de valores y creo que la pregunta es y yo ¿cómo cultivo esos valores? ¿Me conformo tal vez con pontificar sobre lo lindo que sería el mundo donde reinen estos signos o realmente los practico?
En la Tierra nunca hubo paz porque cada uno ha venido a buscarla y pocos han venido a traerla. Si traemos la paz, aquí estará pero si, como el hombre natural, venimos tan solo a buscarla, no la encontraremos nunca. No estará en tanto y en cuanto no la traigamos nosotros.
Pero cabe preguntarse entonces y ¿yo tengo esa paz? Si no la tengo no la puedo dar. Primero la habré de buscar en lo profundo de mi ser. Para describir este caminar de vuelta al corazón, hablamos de silencio interior: estado de reposo, de paz y de tranquilidad, de plenitud, de unión con lo trascendente. Es una peregrinación hacia el interior del hombre. Debemos hacer silencio para saber escuchar. Escuchar para entender y entender para actuar y obrar con sabiduría en todos los órdenes de la vida.
Todas las grandes tradiciones religiosas y aún seres muy espirituales que no profesan ninguna religión, nos hablan de la meditación como un camino de encuentro con uno mismo. Un camino de autoconocimiento y de transformación interior y por lo tanto del mundo.
En esta práctica he descubierto mi camino y lo comparto. Hay y siempre hubo en el hombre un gran hambre de silencio, de paz y de quietud mal saciada.
Capitalistas y comunistas, conservadores y liberales, blancos y negros, hombres y mujeres, judíos y griegos, cristianos y árabes, católicos y protestantes: se abre para nosotros un nivel de experiencias en donde todas estas diferencias dejan de ser divisiones.
Es hora que despertemos y vayamos a la fuente de nuestro corazón de donde manan las aguas vivas de los valores esenciales que harán de este mundo, un lugar digno, donde vivir en armonía no sea una utopía. La pregunta es ¿estamos dispuestos? Un ser esencialmente libre es un ser que sabe escuchar y por lo tanto que sabe hacer silencio.
Se nos pidió hablar de valores y creo que la pregunta es y yo ¿cómo cultivo esos valores? ¿Me conformo tal vez con pontificar sobre lo lindo que sería el mundo donde reinen estos signos o realmente los practico?
En la Tierra nunca hubo paz porque cada uno ha venido a buscarla y pocos han venido a traerla. Si traemos la paz, aquí estará pero si, como el hombre natural, venimos tan solo a buscarla, no la encontraremos nunca. No estará en tanto y en cuanto no la traigamos nosotros.
Pero cabe preguntarse entonces y ¿yo tengo esa paz? Si no la tengo no la puedo dar. Primero la habré de buscar en lo profundo de mi ser. Para describir este caminar de vuelta al corazón, hablamos de silencio interior: estado de reposo, de paz y de tranquilidad, de plenitud, de unión con lo trascendente. Es una peregrinación hacia el interior del hombre. Debemos hacer silencio para saber escuchar. Escuchar para entender y entender para actuar y obrar con sabiduría en todos los órdenes de la vida.
Todas las grandes tradiciones religiosas y aún seres muy espirituales que no profesan ninguna religión, nos hablan de la meditación como un camino de encuentro con uno mismo. Un camino de autoconocimiento y de transformación interior y por lo tanto del mundo.
En esta práctica he descubierto mi camino y lo comparto. Hay y siempre hubo en el hombre un gran hambre de silencio, de paz y de quietud mal saciada.
Capitalistas y comunistas, conservadores y liberales, blancos y negros, hombres y mujeres, judíos y griegos, cristianos y árabes, católicos y protestantes: se abre para nosotros un nivel de experiencias en donde todas estas diferencias dejan de ser divisiones.
Es hora que despertemos y vayamos a la fuente de nuestro corazón de donde manan las aguas vivas de los valores esenciales que harán de este mundo, un lugar digno, donde vivir en armonía no sea una utopía. La pregunta es ¿estamos dispuestos? Un ser esencialmente libre es un ser que sabe escuchar y por lo tanto que sabe hacer silencio.
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