viernes, 1 de julio de 2011

SACRATISIMO CORAZON DE JESUS



El Sagrado Corazón de Jesús es como una pequeña capilla. Es su puerta una hendidura abierta por la lanza de un centurión romano después de las tres de la tarde, y por eso no puede cerrarse jamás. Sin embargo, cuando la cruzas y te adentras en su seno, quedas sumergido en un profundo silencio y caes de rodillas sumido en el más cálido recogimiento. Descubres, con irreparable sorpresa, que no hay nadie allí más que tú y Él. No tienes que compartir su Amor con nadie. Él te mira y tú le miras, como si ninguno de los dos tuvierais nada más que hacer en toda la eternidad. Te sientes amado como nunca, amado por ser quien eres y nada más que por ser quien eres. Te sabes conocido hasta lo más profundo, acariciado por una mirada de cariño que penetra en los pliegues más perdidos del alma y del recuerdo. No quisieras salir de allí jamás, y sabes que no tienes por qué hacerlo si no quieres. Has descubierto lo que es el verdadero AMOR. Y ya no quisieras amar ni ser amado fuera de allí. Desearías traer todos tus cariños y depositarlos al pie de ese altar hasta que se abrasaran en el Fuego que allí todo lo quema y purifica sin llegar a consumirlo.

¡Que me ames Tú a mí, Jesús, como me amas!... ¡Y que yo te ame como te amo! Haz tuyo, al menos, este pobre corazón mío, para que pueda yo amarte con el Tuyo que sabe hacerlo mil veces mejor, y no tendré que avergonzarme, porque me habré perdido para siempre en ti.



José-Fernando Rey Ballesteros, sacerdote

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