lunes, 4 de octubre de 2010

FRANCESCO

P. I. Larrañaga

Francisco (el de Asís) dijo: "Mala cosa es un sabio engreído, pero peor aún es un ignorante sin espíritu".

Y siguió diciendo:

"A nosotros nos corresponde vivir en chozas transitorias. Como los ministros buscan resultados eficientes, necesitan vivir en sólidas mansiones. Luego necesitarán bibliotecas bien surtidas. Más tarde harán sutiles acrobacias intelectuales para demostrar que lo que hacen está bien hecho. Perderán el espíritu de simplicidad y adquirirán el espíritu de complicación. Cuando el guardián les corrija algún defecto, sacarán cien argumentos para tapar la boca a cualquiera, demostrando que están en la posición correcta. Justificarán brillantemete lo injustificable, llevando siempre el agua a su propio molino. Serán capaces de levantar teorías sobre una pata del trípode. Al ser sabios, recibirán honores. Al recibir honores, entrarán en conflicto con otros que reciban mayores honores. Por ser sabios, se sentirán poderosos y utilizarán modales de poder y dominación sobre sus hermanos. Se les olvidará servir la mesa y lavar los pies."

Nunca tan actual el discurso del Hermano!!!

Francisco no nació dialéctico. En este terreno se sentía desarmado. Era una nulidad en el manejo de sutilezas mentales. Había vislumbrado la terrible iniquidad de la racionalización. Francisco percibió que el intelectual, con suma destreza manipula palabras y teorías (y también "teologías") y generalmente lo hace sin rubor y, a veces, con frivolidad, colocando las palabras al servicio de sus intereses. Es lo que se llama "prostitución" de la palabra o sofisma.

El Hermano, en cambio, era simple y directo y se sentía muy mal en la discusión. Nunca fue "fuerte" en las palabras sino en los hechos.

Decía: "yo quiero vivir pobre y humilde".

Hablando con un alto funcionario de la Iglesia (un Cardenal), le dijo: "hablan de organización poderosa, disciplina férrea... Señor Cardenal: ¡Poder! ¡Conquista!, yo tengo otras palabras: ¡Cuna! ¡Pesebre! ¡Calvario!. Los ministros tienen una fraseología cautivadora. Es la piel, señor Cardenal; si me permite decir, la careta.
La realidad es otra: nadie quiere ser pequeñito, nadie quiere aparecer como débil ni en los tronos ni en la Iglesia. Todos somos enemigos instintivos de la Cruz y del Pesebre, comenzando por los hombres de la Iglesia. Podemos derramar lágrimas ante el Pesebre de Navidad y sentirnos orgullosos levantando la cruz hasta en los campos de batalla, pero nos avergonzamos de la Cruz. No estoy juzgando a nadie, sino analizando los hechos. En la redondez de la tierra no hay pecador como yo.
El soldado que va dentro de nosotros quiere dominar, emerger, enseñorear. Este instinto feo se viste de ornamentos sagrados y decimos: hay que confundir a los albigenses, hay que aniquilar a los sarracenos, hay que conquistar el Santo Sepulcro... En el fondo, es el instinto salvaje de dominar y prevalecer".

Nunca tan actual el discurso del Pobre de Asís!!! Entonces cabe la pregunta: ¿por qué las cosas no han cambiado? o tal vez mejor dicho ¿por qué el hombre no ha crecido y permanecen aún esas estructuras primitivas de dominación? El problema no es de índole político, social o económico, es ante todo ESPIRITUAL. El hombre quiere ser libre y se ha "emancipado" hasta de Dios. Este mundo "libre" es ESCLAVO de esa "libertad": una "libertad" que prescinde de Dios porque Dios molesta. El hombre que no depende de Dios, depende de sí mismo, es decir, se constituye en Dios y termina por adorarse a sí mismo. Ya vemos los resultados de que una creatura tan limitada como es el hombre -tanto más aún el hombre sin Dios- lleve las riendas solo. El hombre sin Dios es un vegetal, o peor aún, una piedra: no busca el bien común sino el privado.

Un filósofo de fé dijo:" O el Misterio, o el absurdo. O lo Sobrenatural, o lo antinatural". El hombre sin Dios no respeta ni la ley natural. La verdadera libertad del hombre es aquella que está supeditada a la voluntad de Dios. Juan Pablo II dijo "el esfuerzo humano es indispensable, pero no es suficiente. La paz debe buscarse en la meditación y en la plegaria".

El hombre espiritual es un ser transfigurado.

Continuó Francisco (el de Asís) hablando al Cardenal que no quería aprobar la espiritualidad de la órden de los "frailes menores de la pobreza":

"No tenemos nada. No tenemos estudios ni preparación intelectual. No tenemos casas ni propiedades. Nos faltan influencias políticas. Nos falta base para ser recomendados. No podemos impresionar porque no ofrecemos palpables utilidades apostólicas ni eficacias sonoras. Parecemos una extraña Orden de la Santa Ignorancia y de la Santa Impotencia... No podemos ofrecer a la Iglesia universidades para formar combatientes para la defensa de la verdad. No disponemos de un escuadrón bien compacto de dialécticos para confundir a los albigenses. No tenemos amplios recintos monásticos para cobijar a los hombres que quieran consagrarse a Dios. No tenemos nada, no podemos nada, no valemos nada..."

Y en esto, llegado al clímax más agudo, el Pobre de Dios, este varón forjado en la montaña de las Bienaventuranzas y cuyas cuerdas vibraban al unísono con las de Cristo, se puso de pie, levantó los brazos y la voz y añadió:

"Justamente por eso, porque somos impotentes y débiles como el Crucificado, porque hemos llegado al paralelo total de la inutilidad y la inservilidad como Cristo en la cruz, por eso el OMNIPOTENTE revestirá de omnipotencia nuestra impotencia. Desde nuestra inutilidad, el Todopoderoso sacará las energías inmortales de la redención y por medio de nosotros, indignos, inútiles, ignorantes y pecadores, quedará patentizado ante la faz del mundo entero que no salvan ni la ciencia, ni el poder, ni la organización, sino SOLO NUESTRO DIOS Y SALVADOR. Será la victoria de nuestro Dios y no de la diplomacia".

El Cardenal se levantó sin decir nada y se retiró para que Francisco no lo viera con lágrimas en los ojos.

2 comentarios :

  1. Los libros del padre Ignacio Larrañaga son muy buenos. Me han acompañado en momentos malos. Se ha comentado que a Juan Pablo II le gustaba mucho su libro "Del sufrimiento a la paz".
    Saludos!

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  2. Hola Fer: a mí también me gusta mucho Larrañaga. Tengo muchos de sus libros. También he leído "Del sufrimiento a la paz" es muy útil en nuestros tiempos. Saludos!

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