Tú
eres la novia del Cordero, como es representado en la primera lectura
de hoy. (Bueno, bueno, yo sé que es difícil para los hombres verse a sí
mismos como novias, pero alejémonos de restricciones de género por un
momento). Las mujeres y
los hombres que aman a Jesús pertenecen a la Iglesia -- simbolizada en
esta lectura como "Jerusalén" -- que es la novia de Cristo.
Tú estás brillando con el esplendor de Dios. Tú eres una joya preciosa que brilla como un diamante. Las puertas del reino de Dios han sido abiertas para ti por nuestra herencia judía (las 12 tribus de Israel) y las enseñanzas de los 12 apóstoles.
En tu bautismo, tú fuiste unido (en matrimonio) a Jesús como sacerdote, profeta y rey. En el Párrafo 2 del "Decreto del Apostolado de Personas Legas" del Concilio Vaticano II, se nos dice que "a los apóstoles y sus sucesores [los sacerdotes ordenados] Cristo les ha confiado la oficina de la enseñanza, santificando y gobernando en su nombre y por su poder [esta es la definición verdadera de la autoridad en la Iglesia]. Pero el laicado debe de compartir en la oficina sacerdotal, profética y regia de Cristo" y por lo tanto no es menos importante en la misión de Cristo.
Al unirnos al sacerdocio santificador de Cristo, su papel profético como maestro de la verdad, y a su responsabilidad regia de proteger a aquellos en nuestro cuidado de desviarse de la verdad, todos somos preciosos. ¡No necesitamos traer joyas costosas - nosotros SOMOS joyas costosas! Recuerda el precio que Jesús pagó por ti. Tú lo vales, según SU idea de lo que es valioso.
En la lectura del Evangelio de hoy, nosotros vemos que esto le sucede a Natanael (también conocido como Bartolomé) que comienza a brillar con la gloria de Dios cuando reconoce que Jesús es el Hijo de Dios y el Rey de Israel.
Entre más aprendemos lo que significa ser la novia del Cordero, más brillan nuestras gemas interiores en la manera que el Padre nos diseñó a brillar.
Tú estás brillando con el esplendor de Dios. Tú eres una joya preciosa que brilla como un diamante. Las puertas del reino de Dios han sido abiertas para ti por nuestra herencia judía (las 12 tribus de Israel) y las enseñanzas de los 12 apóstoles.
En tu bautismo, tú fuiste unido (en matrimonio) a Jesús como sacerdote, profeta y rey. En el Párrafo 2 del "Decreto del Apostolado de Personas Legas" del Concilio Vaticano II, se nos dice que "a los apóstoles y sus sucesores [los sacerdotes ordenados] Cristo les ha confiado la oficina de la enseñanza, santificando y gobernando en su nombre y por su poder [esta es la definición verdadera de la autoridad en la Iglesia]. Pero el laicado debe de compartir en la oficina sacerdotal, profética y regia de Cristo" y por lo tanto no es menos importante en la misión de Cristo.
Al unirnos al sacerdocio santificador de Cristo, su papel profético como maestro de la verdad, y a su responsabilidad regia de proteger a aquellos en nuestro cuidado de desviarse de la verdad, todos somos preciosos. ¡No necesitamos traer joyas costosas - nosotros SOMOS joyas costosas! Recuerda el precio que Jesús pagó por ti. Tú lo vales, según SU idea de lo que es valioso.
¿Piensas
a veces que eres basura sin valor? Dios no te ve así. Aun cuando pecas,
él nunca deja de ver la verdadera piedra preciosa que eres debajo de la
basura. Aprende a verte como Dios te ve.
¿Y
qué tal las personas que hacen tu vida difícil? Los niños rebeldes. El
jefe que se pasa de exigente. La persona en la iglesia que está causando
división. El alcohólico que se niega a conseguir ayuda. El ex-esposo.
Etcétera. Necesitamos recordar que debajo de su basura hay una piedra preciosa, hecha a imagen de Dios. Jesús los invita a la conversión y al crecimiento, al arrepentimiento y la sanación. Él los está invitando a limpiar el estiércol que se ha acumulado
en sus gemas.
En la lectura del Evangelio de hoy, nosotros vemos que esto le sucede a Natanael (también conocido como Bartolomé) que comienza a brillar con la gloria de Dios cuando reconoce que Jesús es el Hijo de Dios y el Rey de Israel.
Entre más aprendemos lo que significa ser la novia del Cordero, más brillan nuestras gemas interiores en la manera que el Padre nos diseñó a brillar.
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